Pese a ser una planta de siniestro aspecto, que le ha valido el sobrenombre de “garra del diablo”, el harpagofito está ganando cada vez más adeptos como antiinflamatorio. Las razones de este creciente empleo se deben, como es lógico, a su eficacia terapeútica, pero también a que sus efectos secundarios son prácticamente inexistentes.
De nombre botánico Harpagophytum procumbens, el harpagofito es una planta perteneciente a la familia de las pedaliáceas que crece en África meridional, concretamente en el desierto del Kalahari, en África Meridional, así como en Botswana, Sudáfrica, Angola, Zambia y Zimbabwe. También se le conoce como “garra del diablo”, dado que su fruto está provisto de unos salientes en forma de garra o gancho, y “raíz de Windhoek”, nombre que debe a su procedencia geográfica, ya que así se llama la capital de Namibia.
Por lo general, se desarrolla en terrenos arenosos y arcillosos, principalmente en bosques caducifolios y márgenes de las zonas desérticas mencionadas, lo que le lleva a concentrarse en las zonas donde encuentra más humedad. Se trata de una planta perenne rastrera, que puede alcanzar en torno a 45 cm de longitud, con una robusta raíz primaria central que crece hasta a dos metros de profundidad. Posee grandes hojas, de entre tres y cinco lóbulos, cubiertas por células mucilaginosas blancas. Sus flores tienen forma de trompeta y son de color rosa, rojo o púrpura, con un centro amarillento. El fruto, que crece desde ellas, es leñoso y de él irradian numerosas espinas largas y punzantes.
Progresiva notoriedad terapéutica
Históricamente, distintas tribus africanas como los Bantú, Hotentotes y Bosquimanos han empleado el harpagofito por su acción analgésica y antiinflamatoria, como remedio para fiebres y alergias, y para estimular las enzimas gástricas y la digestión.
A Europa llegó a comienzos del pasado siglo, de la mano de los colonizadores, que lo utilizaban para combatir la artritis. En el caso concreto de Alemania, los efectos beneficiosos del harpagofito se conocieron gracias al soldado y colono Gottreich Hubertus Mehnert, que en las revueltas de Hotentotes y Hereros, producidas entre 1904 y 1907, obtuvo conocimientos fitoterapéuticos acerca del harpagofito a través de un chamán indígena. Hacia la década de los 50, alcanza aún mayor notoriedad de la mano del botánico teutón Otto Heinrich Volk, en un momento en el que también era utilizado para tratar problemas metabólicos. Su relevancia terapéutica fue ganando terreno, hasta el punto de que hacia el año 2000 el harpagofito se vio en peligro de extinción, lo que se subsanó promoviendo su cultivo controlado.
Actualmente, está recogido en la Farmacopea Británica, que lo recomienda como diurético y sedante. La Comisión E alemana ha ratificado su uso para dispepsia, estimulación del apetito y trastornos degenerativos del sistema musculoesquelético. Por su parte, ESCOP (European Scientific Cooperative on Phytotherapy), publicó la monografía de la raíz de harpagofito en marzo de 1996, incluyendo las siguientes indicaciones terapéuticas: artrosis dolorosas, tendinitis, pérdidas de apetito y dispepsia. En nuestro país, la Real Farmacopea Española define la raíz de harpagofito como las raíces secundarias, tuberosas cortadas y desecadas de Harpagophytum procumbens DC.
Principios activos
Los principales constituyentes químicos del harpagofito son glucósidos iridoides, fundamentalmente harpagósido, harpágido y procúmbido; azúcares, sobre todo un tetrasacárido, la estaquiosa; triterpenoides, como los ácidos oleanólico y ursólico; fitosteroles, especialmente beta-sitosterol; ácidos aromáticos, como los ácidos cafeico, cinámico y clorogénico; y flavonoides, como luteolina y kaempferol. De todos ellos, son harpagósido, harpágido y procúmbido los principios activos terapéuticamente más relevantes; a ellos también hay que atribuirles su sabor fuertemente amargo. Esta efectividad de los tres glucósidos iridoides es aplicable también cuando el producto se administra tópicamente.
En lo que se refiere a la actividad farmacológica del harpagofito, si por algo destaca esta planta es por su acción antiinflamatoria y, junto a ella, la analgésica y antirreumática. Las dos primeras han sido confirmadas en ensayos realizados con animales. Asimismo, también se ha observado acción antioxidante y captadora de radicales libres en extractos de harpagofito, lo que, según parece, hay que atribuir a sus compuestos fenólicos.
Eficacia puesta a prueba
En torno a las propiedades del harpagofito se han realizado un gran número de estudios clínicos, con el fin tanto de verificarlas, como de poner de relieve cuáles son los principios activos de la planta relacionados con ellas. Centrándonos en aquellos que subrayan las propiedades más conocidas de la planta, antiinflamatorio y analgésico, comenzaremos citando el que en 2004 se desarrolló en la Universidad sudafricana de KwaZulu, y que desveló su efectividad a ambos niveles en un grupo de roedores. Una década más tarde, en un estudio desarrollado en el Instituto de Investigación Alimentaria de Corea, el harpagofito resultó efectivo a nivel analgésico al ser administrado a ratas con dolor post-operatorio y neuropático.
En 2007, investigadores de la Universidad Queen Margaret de Edinburgo, Escocia, realizaron un estudio de ocho semanas de duración, en el que tomaron parte 259 personas. Sus conclusiones reflejaron que el harpagofito es una opción seria y digna de consideración para el tratamiento de pacientes con trastornos reumáticos degenerativos de leves a moderados.
Su actividad antioxidante fue puesta a prueba en 2013 por investigadores de la Universidad Federal de Santa María, Brasil. El estudio en cuestión demostró que el harpagofito es eficaz para prevenir el estrés oxidativo, de donde se deduce una acción antioxidante que estaría estrechamente ligada a su acción antiinflamatoria.
Hay que señalar también que la efectividad del harpagofito se ha confrontado con la de otros tratamientos. En 2000, investigadores franceses testaron su eficacia en 122 pacientes con osteoartritis de rodilla y cadera, en comparación a otro tratamiento con diacereína, un fármaco que forma parte del grupo de medicamentos conocidos como “fármacos sintomáticos de acción lenta para la artrosis”. Los pacientes experimentaron una mejoría significativa en la sintomatología, pero con una mayor tolerabilidad y menor necesidad de uso de analgésicos y antiinflamatorios no esteroideos, tras la administración de harpagofito durante cuatro meses.
Muy interesante, felicidades.