El cardo mariano, conocido como Silybum marianum por su nombre botánico, es una planta herbácea anual o bianual, originaria de la Europa Mediterránea, Asia Menor y el norte de África. Posee hojas ovaladas espinosas de hasta 30 cm, de color verde brillante, con nervios blancos; sus flores son de color rosa intenso o azul-violáceo. Su singular nombre hace referencia a una leyenda medieval, según la cual la Virgen María empleó sus hojas para ocultar a Jesús de los soldados del rey Herodes, sobre las que se derramaron algunas gotas de leche de su pecho, que perduraron en esta especie en forma de la savia lechosa producida por sus hojas al abrirse.

El cultivo del cardo mariano como planta con efectos para la salud humana parece remontarse al Antiguo Egipto, donde ya aparece representado en objetos cotidianos, lo que ya parece indicar que tenía una cierta relevancia. En el Imperio romano, Plinio el Viejo (23-79 d.C.), en su obra Historia Natural, ya se ocupa de la descripción de las características del cardo mariano, indicando que su jugo y sus semillas se empleaban en caso de envenenamiento por mordedura de serpiente y depresión melancólica, una patología que en aquella época se consideraba de carácter hepático.

En 1968, científicos alemanes encontraron los ingredientes activos del cardo mariano: un complejo de flavonoides conocido como silimarina. En 1970, pasó a ser considerado por la Organización Mundial de la Salud como una medicina hepatoprotectora.

Un protector del hígado
La principal acción terapéutica del cardo mariano es la hepatoprotectora, a través de tres propiedades:
1. Antiinflamatorias. Estas propiedades se deben a su capacidad para regular las citoquinas inductoras de la inflamación. Estudios realizados con roedores mostraron que la silibina, principal componente activo de la silimarina, reducía el contenido plasmático y hepático de citoquinas proinflamatorias, mientras que incrementaba la IL-10, una citoquina con la función de disminuir y regular la respuesta inflamatoria.
2. Antioxidantes. Estas propiedades se han mostrado sobre los hepatocitos o células hepáticas, ya que puede inhibir los radicales libres derivados del metabolismo de sustancias tóxicas como el etanol; el acetaminofén, un medicamento utilizado para el dolor y la fiebre que puede resultar tóxico para el hígado; y el tetracloruro de carbono, un compuesto químico cuyo mecanismo de acción hepatotóxico es el estrés oxidativo. Asimismo, hay estudios que han demostrado que la silimarina aumenta la actividad de la superóxido dismutasa, una enzima protectora considerada como uno de los antioxidantes endógenos más importantes del cuerpo humano.
3. Antifibrótica. Tiene la capacidad de prevenir el depósito de fibras de colágeno que conducen a la progresión de la lesión hepática.

De estas propiedades, se ha derivado su utilización en trastornos hepáticos de diversa índole como enfermedades hepáticas crónicas, cirrosis, carcinoma hepatocelular o enfermedad del hígado graso no alcohólico.

Otras posibilidades terapéuticas
La ciencia también ha puesto a prueba el potencial terapéutico del cardo mariano frente a otro tipo de patologías. Así, en 2006, investigadores del Dpto. de Farmacología del Instituto de Plantas Medicinales de Teherán, Irán, realizaron un estudio de cuatro meses de duración, en el que participaron 51 pacientes con diabetes tipo 2, que reveló que la silimarina tiene un efecto beneficioso sobre el perfil glucémico.

En 2012, investigadores de la Universidad Nacional de Chonbuk, Corea del Sur, concluyeron que la silibina tenía potencial terapéutico frente al asma, tras un estudio realizado con un modelo de ratones a los que se había inducido la enfermedad respiratoria.

Tres años más tarde, en 2015, un estudio desarrollado en Estados Unidos por el Instituto Buck para la Investigación sobre el Envejemiento sobre un modelo animal, concluyó que la silimarina ofrecía potencial curativo en la prevención del envejecimiento y de enfermedades relacionadas con él, como el Alzheimer.