Por derecho propio, la jalea real se merece un puesto entre la “realeza” de los suplementos alimenticios. Vitaminas, minerales o aminoácidos forman parte de una composición privilegiada que otorga a esta sustancia elaborada por las abejas un poder nutritivo y reconstituyente difícilmente igualable.
Sustancia viscosa de un suave color amarillo, la jalea real es segregada por las glándulas hipofaríngeas de las abejas obreras y por las glándulas mandibulares de las abejas nodrizas, obreras de 5 a 14 días de edad, cuando disponen de polen, agua y miel. Su origen es endógeno, ya que es exclusivamente producida por las abejas, a diferencia de otros productos apícolas, que son el resultado de la transformación de la flor y el agua.
La jalea real es el alimento de las larvas obreras y zánganos hasta su tercer día de vida, de las larvas reinas hasta el quinto, y de la reina adulta durante toda su existencia, aspecto determinante en sus ciclos evolutivos, de entre 30 y 45 días en el caso de las abejas obreras, y de aproximadamente cinco años en el de la abeja reina.
La edad de la abeja, pero sobre todo la alimentación, son factores determinantes sobre la actividad de las glándulas hipofaríngeas y mandibulares. Las primeras biosintetizan ácido 10-hidroxidecenoico; las segundas, una mezcla de ácidos grasos cuyo principal componente es el ácido 9 oxodecenoico, además de sintetizar ácido octanoico y otros ácidos volátiles. En ambos casos, el polen es la fuente más importante para la biosíntesis de estos ácidos orgánicos.
En invierno, las glándulas se inactivan por las bajas temperaturas, reactivándose en primavera, durante la floración. Debido a esto, la biosíntesis de las primeras fracciones de jalea real posee un valor cuantitativo menor y, a medida que se activan las glándulas, aumentan los valores en ácidos orgánicos y, por tanto, la calidad de la jalea real.
Completa composición
Las propiedades de la jalea son conocidas en la medicina popular desde hace siglos; de hecho, su utilidad terapéutica se describía en documentos de Alejandro Magno o en las memorias de los viajes de Marco Polo. También se recogen en los libros sagrados de distintas religiones como la Biblia, el Korán o el Talmud. Hipócrates, padre de la medicina, y Plinio, científico y natualista romano, le atribuían facultades protectoras frente a las enfermedades.
A nivel científico, se atribuye a Friedrich Bergius, Premio Nóbel de Química en 1931, el mérito de su descubrimiento. Encargado de realizar un análisis de la jalea en 1933, la encontró tan compleja que abandonó el cometido; posteriormente, la probó en sí mismo, observando una notable mejora en cuanto a su vigor y vitalidad. Y es que, si de algo puede “presumir” la jalea real es de contar con una composición realmente prodigiosa. En ella se encuentran desde vitaminas, entre las que destacan las del grupo B (B1, B2, B6, B12, vitamina PP, ácido pantoténico y fólico e inositol), A, C, D y E, pasando por minerales y oligoelementos como potasio, hierro, cobre, silicio y magnesio, sin olvidar su riqueza en aminoácidos, entre los que destacan los ácidos aspártico y glutámico, leucina, serina, arginina o lisina. Esa riqueza vitamínico-mineral-aminoacídica sustenta sus virtudes nutricionales, dada la importancia de esos componentes tanto en los procesos metabólicos, como en el crecimiento, reparación y mantenimiento celular, aspectos claves para la conservación de la salud.
En 2011, científicos de la Universidad japonesa de Toyama encontraron el nutriente responsable de la diferencia de tamaño entre la abeja reina (la abeja fértil de la colmena) y el resto: la proteína 57-kDa, presente en la jalea real, desechando, por tanto, que en esa diferenciación intervinieran razones de tipo genético.
Ideal frente a la astenia
La importancia de la jalea real, a nivel cuantitativo, se debe tanto a la asociación de sus componentes como a la acción sinérgica de los mismos. Dada la riqueza de su composición, destaca por ser un energizante de primer orden, especialmente indicado en casos de carencias nutricionales, sobre todo si se trata de niños, deportistas y ancianos, así como en casos de debilidad física y psíquica, y sus manifestaciones asociadas: somnolencia, irritabilidad, pérdida de apetito, cansancio o apatía. Es por ello que primavera y otoño, estaciones en las que son más comunes los episodios de astenia, sean periodos particularmente apropiados para su suplementación. En este sentido, la jalea real también ha acreditado ser un excelente aliado para el sistema inmunológico.
Además de un destacado productor, Japón es uno de los principales importadores mundiales de jalea real. No es, pues, extraño que en el país asiático se hayan desarrollado tantas investigaciones en torno a ella. Así, en 1990, científicos nipones aislaron una proteína en la jalea real, la royalisina, con una poderosa acción antibacteriana. Ese mismo año, un estudio realizado con roedores en la Facultad de Odontología de la Universidad japonesa de Nihon, reveló acción antiinflamatoria en la jalea real, al mejorar el proceso de curación de las heridas. En 2006, por su parte, investigadores de la Facultad de Ciencias de la Salud de Fukuoka encontraron evidencias de que la jalea real mejora la absorción de calcio, con lo que, por consiguiente, podría ser de utilidad en la prevención de la osteoporosis.
En 1995, un estudio clínico desarrollado en el Colegio Médico de Nueva York concluyó que la jalea real podía reducir los niveles de colesterol en torno a un 14 por ciento.
Más recientemente, en 2015, un equipo de la Universidad de Ciencias Médicas de Tabriz, Irán, analizó los efectos de la jalea real sobre 50 mujeres diabéticas. La mitad recibió 1000 mg de jalea real al día, mientras que el resto recibió un placebo. Tras las ocho semanas de duración del estudio, aquellas mujeres que recibieron jalea real mostraron una disminución en los niveles de azúcar en la sangre y un incremento tanto en los niveles de insulina como en los marcadores de actividad antioxidante.
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