La rodiola (Rhodiola rosea, por su nombre botánico) pertenece a un exclusivo grupo de plantas conocidas como «adaptógenos», que cuentan con la habilidad para actuar tanto en individuos sanos como enfermos, corrigiendo diferentes disfunciones sin producir efectos secundarios no deseados. Por ello, su reputación terapéutica ha ido en aumento en los últimos tiempos.

Perteneciente a la familia de las crasuláceas, la rodiola crece a altura elevada, en terrenos secos y arenosos de las zonas árticas europea y asiática. El físico griego Dioscórides fue el primero en documentar sus aplicaciones médicas, hacia el año 77 de nuestra era, en su obra De materia medica. Muchos siglos después, en 1749, el botánico sueco Carl Linnaeus escribió sobre ella, y le otorgó su denominación botánica, Rhodiola rosea, merced a la fragancia similar a la de la rosa que presenta su rizoma recién cortado. A lo largo del tiempo, sus aplicaciones médicas se documentaron en la literatura científica de distintos países como Suecia, Noruega, Francia, Alemania o la Unión Soviética.

Una planta adaptógena
Como se ha indicado, la rodiola tiene el «honor» de pertenecer a un grupo de plantas conocidas como «adaptógenos», gracias a su habilidad para aumentar la resistencia no específica del cuerpo hacia un amplio margen de estresores, bien de origen físico, químico, psicológico o biológico, y que se definen en base a los siguientes criterios:

  1. Deben ser inocuos y no provocar apenas cambios en las funciones normales del organismo.
  2. Su acción debe ser inespecífica, es decir, actúan frente a efectos adversos de naturaleza muy variables. Poseen una acción normalizadora, independientemente de la dirección del cambio patológico.
  3. Poseen una acción normalizadora, independientemente de la dirección del cambio patológico.

En la composición química de la raíz de la rodiola, la parte de la planta responsable de sus propiedades farmacológicas, destacan fenilpropanoides, como rosavina, rosina y rosarina, específicos de la planta; y derivados feniletanólicos, como rodiolósido y tirosol. También contiene flavonoides, monoterpenos y triterpenos.

Efectividad muy variada
La rodiola posee una amplia variedad de efectos médicos y fisiológicos debidos a su acción sobre diferentes sistemas regulatorios de órganos y tejidos, como el sistema inmune, el hormonal, el nervioso central o el cardiovascular.

Es muy destacada su acción antiestrés, que se debe a la capacidad de los adaptógenos para reducir el daño causado por agentes estresantes, al alterar la reactividad del sistema de defensa del organismo. Su mecanismo de acción se basa en su habilidad para elevar el nivel de serotonina en el hipotálamo y en la parte central del cerebro. Habría que ligar a esto su efectividad para el tratamiento de la depresión de leve a moderada, recientemente demostrada en un estudio realizado en la Universidad de Drexel, Estados Unidos.

Posee un efecto estimulante cognitivo, al promover la liberación de noradrenalina, serotonina y dopamina, tres neurotransmisores que actúan positivamente sobre las funciones cognitivas a nivel cerebral. Asimismo, revierte el bloqueo del sistema colinérgico, un sistema neuronal cuyo deterioro provoca una pérdida de memoria.

Del anterior efecto se deriva su acción anti-fatiga, debida a la liberación de los tres neurotransmisores citados. distintos estudios clínicos demostraron que aliviaba la fatiga, irritabilidad, dolor de cabeza, debilidad o descomposición asténica.

Su capacidad antioxidante permite a la rodiola proteger el sistema nervioso del deterioro oxidativo. Esto se debe a su riqueza en compuestos fenólicos con potente actividad frente a la oxidación.

Por último, cabe señalar que una investigación realizada en 2013 en el Dpto. de Farmacología de la Universidad de Plovdiv, Bulgaria, puso de relieve la actividad antiinflamatoria y analgésica de un extracto de rodiola sobre un modelo de roedores.