A nivel cardiovascular, pocas plantas gozan del prestigio con que cuenta el espino blanco. Sus flores y frutos contienen principios activos que constituyen una excelente opción natural para el tratamiento de alteraciones circulatorias de distinto signo.
El espino blanco o espino albar pertenece a la familia de las rosáceas y dentro de esta, al género Crataegus, cuyas dos especies más importantes son Crataegus monogyna y Crataegus oxyacantha. Las propiedades de ambas son prácticamente idénticas, siendo América del Norte la zona con mayor variedad de especies de espino blanco, si bien también puede encontrarse por todo el hemisferio norte del planeta: desde Europa al norte de África, pasando por Oriente Medio o China.
Según una vieja leyenda, en el siglo I de nuestra era un campesino griego se sorprendió de la fuerza y vigor que tenían las cabras de su vecino, quien le contó que los animales comían los frutillos rojos de un arbusto lleno de espinas que crecía en los alrededores, de donde extraían su vigor y vitalidad. De este hecho parece proceder el término Crataegus, que en griego significa “cabras fuertes”.
Un símbolo mágico
En la mitología cristiana del Reino Unido, el espino blanco está rodeado de magia y simbolismo, especialmente el de Glastonbury, del que se dice que creció a partir del báculo de José de Arimatea, un tío de Jesucristo que viajó a Inglaterra con el Santo Grial, un objeto sagrado.
Durante la Edad Media, se recomendaba para cólicos gástricos y diarreas. Su utilidad para el corazón es mencionada por primera vez por Uercétanus, médico del rey Enrique IV de Francia, a finales del siglo XVI. Otros usos tradicionales que se le dieron fueron el tratamiento de los cálculos renales o biliares, o como dierético.
Uno de los pioneros en introducirlo en la medicina occidental fue Michael Greene, un médico irlandés que lo consideraba “la valeriana del corazón”. A lo largo del siglo pasado, su uso en problemas del corazón se va generalizando, tanto entre los médicos alópatas como entre los homeópatas, sobre todo a medida que van surgiendo estudios médicos que confirman sus beneficiosas propiedades para el corazón. En la actualidad, es un fármaco oficial recogido en las farmacopeas de muchos países, entre ellos Brasil, Francia, China, Rusia o Suiza. La Commission E del Ministerio de Sanidad alemán, un grupo de expertos que durante años ha determinado la efectividad y seguridad de un gran número de medicinas vegetales, lo recoge en sus monografías y lo recomienda para distintas alteraciones cardiacas.
La clave terapéutica, en sus flores y frutos
Tanto las flores como los frutos son responsables de su valor terapéutico. Las sustancias biológicamente activas son las antocianidinas y proantocianidinas; los flavonoides; las aminas cardiotónicas; nutrientes esenciales como colina y acetilcolina; pectionas, o compuestos triterpénicos como los ácidos ursólico, oleanólico y crataególico. Sobre la conjunción de todos ellos recae el peso de sus propiedades.
El cuerpo de estudios clínicos que confirman el buen comportamiento terapéutico del espino blanco para el sistema cardiovascular es amplio. En 2003, en un metaanálisis realizado en la Universidad inglesa de Exeter, que incluía ocho estudios, englobando a 632 pacientes, los resultados demostraron que el extracto de espino blanco incrementaba de forma significativa la frecuencia cardiaca máxima frente a un placebo, y reducía tanto la presión arterial como el ritmo cardiaco. Un año más tarde, un equipo del Centro de investigación Cardiovascular Ishafan, en Irán, administró una variedad iraní de espino blanco durante tres meses a 92 pacientes con hipertensión, consiguiendo reducciones tanto en la presión sistólica como en la diastólica.
Su efectividad frente a la Insuficiencia Cardiaca Congestiva (ICC) ha quedado verificada en distintos estudios, como el realizado por investigadores alemanes en 1996, en el que confirmaron su efectividad tras tratar a un grupo de pacientes afectados por ella.
A expensas de los positivos resultados arrojados en un amplio número de investigaciones, el espino blanco se ha establecido como cardiotónico, indicado para insuficiencia cardiaca, arritmias o trastornos del ritmo cardiaco, así como para angina de pecho, ya que aumenta el riego sanguíneo en las arterias coronarias y combate su espasmo, causante de la angina de pecho. Además, también se ha establecido como un normotensor, por su efecto regulador sobre la tensión arterial, provocando su descenso en los hipertensos y su ascenso en los hipotensos.
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