Cuando hablamos de cannabis, nuestra mente suele deslizarse con frecuencia a los efectos psicoactivos de alguna de sus variedades como la marihuana, lo que, por extensión, ha conducido a una cierta estigmatización a toda la especie botánica. Pero también existen otras variedades, como el cáñamo industrial, carentes de esos efectos, que son ricas en cannabidiol (CBD), un ingrediente activo con amplias posibilidades desde el punto de vista terapéutico.

Si bien marihuana y cáñamo industrial son variedades de la especie Cannabis sativa, ambas se diferencian tanto en el uso que se da a la planta como en su composición. La primera se caracteriza por un alto contenido en tetrahidrocannabinol (THC), un cannabinoide responsable de su efecto psicoactivo, y bajo en cannabidol (CBD), mientras que en el segundo ocurre a la inversa. En los últimos años, las investigaciones y hallazgos médicos en torno a este último han sido abundantes, poniéndolo de relieve hasta el punto de que, recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha declarado como «generalmente bien tolerado y con un buen perfil de seguridad«, indicando, asimismo, que parece no tener ningún potencial de abuso o dependencia.

El CBD fue aislado por primera vez en 1940 por un equipo de la Universidad de Illinois, Estados Unidos, encabezado por el Dr. Roger Adams. No obstante, tuvieron que pasar más de dos décadas para que su estructura y composición fueran descritas, lo que fue realizado por el profesor de química medicinal israelí Raphael Mechoulan. Desde entonces, se han realizado múltiples investigaciones en torno a sus propiedades y posibilidades terapéuticas, las cuales han sido largamente aprovechadas a lo largo de la historia.

Amplio uso terapéutico
Ya en el siglo I, en su obra Naturalis historia, el científico romano conocido como Plinio el Viejo señala que, «una decocción de la raiz de cannabis en agua relaja las contracciones de las articulaciones y cura la gota y dolencias similares«. Aplicaciones semejantes fueron reivindicadas en 1542 por el médico y botánico alemán Leonhart Fuchs y un siglo más tarde por el herborista inglés John Parkinson. Por su parte, en el siglo XII, el filósofo persa Avicena, en su obra El canon de medicina, recomendaba una compresa con las raíces hervidas de cannabis para disminuir la fiebre.

Como tratamiento para la inflamación, se recogen menciones sobre la raíz de cannabis a cargo del médico y botánico inglés Nicholas Culeper en el siglo XVII. En 1747, otro médico inglés, Robert James señala que, «su raíz hervida y aplicada en forma de cataplasma mitiga la inflamación«. También en el siglo XVIII, el texto médico persa Makhzan-al-Adwiya, escrito por M. Husain Khan, reivindica el uso de una cataplasma de hojas y raíces hervidas de cannabis para tratar inflamaciones, curar una infección de la piel conocida como erisipelas o aliviar dolores neurálgicos.

La antigua farmacopea china Pênt-ts’ao Ching recogía el uso del jugo de la raíz de cannabis para detener la hemorragia post-parto. En la Isla de Reunión se utilizaba para proteger contra el vómito y en Argentina, para debilidades y dolores de estómago, así como para tonificar el aparato digestivo.

Un interés creciente
En los últimos tiempos, se observa un creciente interés por parte de la comunidad científica en las propiedades de los cannabinoides, en general, pero más específicamente en las del CBD, lo que ha centrado la atención en el cáñamo o cáñamo industrial, porque, como se ha indicado anteriormente, presenta un contenido casi inapreciable de THC, el componente psicoactivo del cannabis, mientras que el de CBD es más alto que en otras variedades. Y es que el campo de aplicaciones médicas del CBD es bastante amplio; así, en 2011, un equipo del Dpto. de Farmacología Experimental de la Universidad italiana de Nápoles Federico II demostró que el CBD posee la capacidad de reducir la inflamación intestinal y que, por tanto, podría convertirse en una nueva estrategia para tratar la enfermedad inflamatoria intestinal.

En 2016, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, Estados Unidos, se estudiaron los efectos  de un aceite de CBD en un paciente de 10 años, con ansiedad y alteraciones del sueño como resultado de un trastorno de estrés post-traumático. Frente a los fármacos, que solo le habían aportado un alivio parcial y poco duradero junto con efectos secundarios, el aceite de CBD consiguió un descenso sostenido de la ansiedad y una mejoría constante en la cantidad y calidad del sueño.

En 2017, investigadores de la Universidad canadiense de Dalhousie realizaron un estudio acerca del efecto del CBD sobre la osteoartritis, concluyendo que puede ayudar a prevenir tanto el daño neural como el dolor articular en quienes la padecen.

Beneficios en personas mayores
En febrero de 2017, el Diario de la Asociación Médica Israelí recogía un informe elaborado por científicos hebreos que daba cuenta de los potenciales beneficios de los cannabinoides sobre ciertas enfermedades propias de las personas mayores. En lo que se refiere a la Enfermedad de Parkinson (EP), se aludía a los efectos neuroprotectores del Cannabis sativa y a un estudio en el que se observó que, tras su administración, los enfermos experimentaban mejoras significativas en diferentes síntomas propios de este trastorno como rigidez, temblor, bracidinesia (lentitud de movimientos propia de la EP), dolor y problemas de sueño, sin que se registraran efectos adversos importantes.

El efecto de los cannabinoides sobre la Enfermedad de Alzheimer (EA) fue puesto a prueba en 2014 en una investigación realizada por un equipo de las Universidades estadounidenses de South Florida y Thomas Jefferson. Una de sus conclusiones fue que contribuían a prevenir el desarrollo de la placa beta-amiloide en el cerebro, que puede causar muerte de las células nerviosas y, con el tiempo, EA.

También ha habido estudios que han encontrado que los cannabinoides ejercen un efecto anti-proliferativo directo sobre tumores de diferente origen y que contribuyen a prevenir la propagación del cáncer.

Aplicación tópica
Y si muchos son los beneficios aportados por los cannabinoides a través de su administración por vía oral, recientes investigaciones han encontrado que tópicamente aplicado también cuenta con una interesante acción terapéutica. En 2016, investigadores de la Universidad de Kentucky, Estados Unidos, examinaron la eficacia de un gel de CBD para reducir la inflamación y el dolor asociados a la artritis. Los resultados demostraron su efectividad y que, además, no presenta ningún tipo de efecto adverso evidente.

El rango de acciones beneficiosas del CBD también apunta en otras direcciones: hay estudios clínicos que indican que posee efectos positivos, como terapia coadyuvante, sobre la esquizofrenia; otros han incidido en su acción sobre la epilepsia y, asimismo, existen evidencias que apuntan a una acción ansiolítica y antidepresiva. Lo que en cualquier caso parece claro es que el cannabis ha recorrido un largo camino que lo ha llevado de la proscripción…a la prescripción.