El alquequenje es una planta perteneciente a la familia de las solanáceas, que crece en el centro y sur de Europa, así como en las regiones templadas de Sudamérica. Dioscórides, eminente médico y botánico de la antigua Grecia, habla de ella en su obra De materia medica, precursora de la moderna farmacopea, alabando sus virtudes contra la retención de orina, algo que también hará hacia el siglo XIII uno de los más insignes médicos de su época, el francés Arnaud de Villeneuve.

Sus frutos son unas bayas de color rojizo y sabor agridulce del tamaño de una cereza, rodeadas por una cubierta denominada cáliz, que son la parte empleada con una finalidad terapéutica. Contienen fisalina, un principio amargo de naturaleza esteroidea, alcaloides y pigmentos. El agua es su principal componente desde el punto de vista nutritivo, y también hay que destacar su riqueza en vitaminas, sobre todo provitamina A y vitamina C, así como la presencia de ácido cítrico.

Desde el punto de vista terapéutico, las bayas del alquequenje son diuréticas, al estimular la producción de orina, por lo que es particularmente recomendable en casos de retención de líquidos. También es laxante, resultando de interés en casos de estreñimiento. El ácido cítrico le aporta acción desinfectante y alcalinizadora de la orina, por lo que impide la formación de algunos cálculos renales, como los compuestos de sales de ácido úrico. Asimismo, es beneficioso en casos de hiperuricemia o gota, dado que facilita la eliminación del exceso de ácido urico. Su riqueza en vitaminas A y C le aporta una interesante acción antioxidante, que contribuye a hacer disminuir el riesgo de enfermedades degenerativas y cardiovasculares.